sábado, 5 de abril de 2008

EL DATO INICIAL DE LA METAFISICA

González Álvarez

1.- Doble temática de la cuestión.

1. La metafísica debe ser iniciada por la ontología. He ahí la fundamental conclusión del artículo que precede. Ahora damos un paso más para preguntarnos por el dato inicial de la metafísica. Todas aquellas posiciones históricas que comienzan la metafísica por el estudio de Dios (teología natural) o del ente gnoseológico (gnoseología) deben quedar, desde este momento, fuera de nuestra consideración y tratamiento. Indagamos, pues, directamente aquel dato que, por iniciar la ontología, será el punto de partida de la metafísica.

2. Por de pronto, el problema, haciendo honor a su raíz metafísica, se escinde en una doble temática. Hay, en efecto, una primera cuestión que versa sobre cuál sea el dato inicial con valor y alcance metafísicos. Es la cuestión de determinar cuál y qué sea aquel dato que cumpla la doble condición de ser lo que primero se nos ofrece y lo que fundamenta todos nuestros ulteriores conocimientos. Estamos ante el tema de la determinación ontológica del dato inicial. La metafísica, en efecto, habrá de partir de aquello que nos sea dado con prioridad a todo otro conocimiento y en lo que vengan a resolverse todas nuestras concepciones. ¿Qué es y dónde se encuentra el dato inicial de la metafísica, ejerciendo la doble condición de prioridad y de fundamentación noética de todo el conocimiento? ¿Cuál es la acquisitio originalis originaria?

Pero existe igualmente una segunda cuestión, metafísica también, que pudiera ser planteada en estos términos: ¿cómo nos es dado aquel dato inicial?; ¿es obtenido por intuición?; ¿resulta del ejercicio de determinada facultad?; ¿cuál es y de qué tipo la experiencia originalis originaria?

Tales son las dos condiciones que envuelve el problema planteado. Llamamos a la primera determinación ontológica del dato inicial, y a la segunda, noética del dato inicial. Queremos, empero, advertir que aquí sólo nos preocupa la determinación ontológica del dato inicial. De la cuestión noética trataremos únicamente en la medida que resulte imprescindible.

2. Principio de solución.

  1. Hemos dejado registrado que el dato inicial de la metafísica debe reunir la doble condición de ser original y originario. Dígase, si se prefiere, radical. Adviértase, empero, el doble sentido de la expresión "realidad radical". Una es la realidad radical en el orden de las cosas y otra muy distinta la realidad radical en el orden de nuestro conocimiento. Puede darse el caso que la realidad radical en el orden noético, es decir, la realidad cognoscitivamente original y originaria de todo otro ulterior conocimiento no sea la realidad radical en el orden ontológico, sino más bien una realidad radicada, es decir, secundaria y originada o derivada.
  2. El problema que nos ocupa surgió propiamente en la edad moderna de la filosofía. Fue Descartes quien, sintiendo muy al vivo los problemas metodales, formuló la necesidad de relacionarse a un primer principio que sirva de punto de arranque de la filosofía. Este primer principio de la filosofía debe cumplir la doble condición de ser lo primero que se perciba con certeza y de poder servir de base de sustentación para levantar sobre él el edificio filosófico. Se trata, pues, de una efectiva realidad radical en el orden noético. Pues bien, la filosofía moderna y contemporánea ha ido radicalizando cada vez más la realidad radical. He aquí los momentos capitales de este proceso: Descartes puso tal realidad en el yo puro, desligado de su propio cuerpo y del mundo y desarraigado de la historia; Kant lo colocó en el contenido objetivo de conciencia u objeto fenoménico; el idealismo especulativo dio un paso más atrás y puso la realidad primaria en el puro pensamiento; el existencialismo reacciona vigorosamente contra idealistas y cartesianos y ve en la existencia humana entendida como el yo inserto en el mundo el dato inicial de toda búsqueda metafísica; el vitalismo actual expresa la realidad radical en los términos de "vida humana", a la cual deben referirse todas las demás realidades efectivas o presuntas.

    Cabe, empero, pensar que esta serie de revoluciones que jalonan la historia del pensamiento moderno y actual no ha concluido su proceso. Cuando parecían agotadas todas las posibilidades, advertimos que falta por realizar la verdadera. Aunque parezca paradójico, el problema del punto de partida de la metafísica fue resuelto antes de irrumpir como problema.
  3. Por ahora nos ocupamos únicamente del principio de solución. Cuál sea el dato inicial de la ontología nos lo dirá la indagación de las primeras y primordiales ideas. La realidad radical será aquella que sea conocida primeramente y en función de la cual conozcamos las demás. Buscamos, pues, lo que, siendo conocido sin supuesto, esté supuesto en todo ulterior conocimiento.

    He aquí el orden que tendrá que seguir nuestro razonamiento. La ontología sólo puede comenzar por el ente trascendental o por el ente predicamental.
    El primero es general; el segundo, particular. Decidirá, en consecuencia, lo que se conozca primero. Tendremos que demostrar que es primero el conocimiento de lo general. Con ello se concluirá que la ontología debe partir del ente trascendental .Pero el ente trascendental, por ser tal, sólo se encuentra formalmente en los entes particulares. ¿En cuál de ellos es primeramente captado? La contestación a esta pregunta resolverá definitivamente el problema. Queremos advertir que, en rigor, sólo caben tres contestaciones que apuntan, respectivamente, a las cosas sensibles, al yo y al yo inserto en las cosas. La primera respuesta – las cosas sensibles- es de abolengo tomista; la segunda –el yo captado en el pensar- es de modalidad cartesiana; la tercera –el yo inserto en el mundo- es de significación existencialista.

    Consideramos mejor fundada la primera de esas respuestas. A su exposición dedicamos los epígrafes que siguen, comenzando por defenderla de las contaminaciones cartesiana y existencialista de que ha sido objeto por parte de algunos autores escolásticos. (CONTINUA...)

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