sábado, 29 de marzo de 2008

Problema del Objeto de la Inteligencia

Otra cuestión relacionada con la crítica debe detenernos aquí todavía. Puesto que la inteligencia o la razón es el instrumento de la filosofía, ¿cuál es el objeto formal de la inteligencia, el objeto hacia el cual se dirige inmediatamente el conocimiento intelectual?

Para responder a esta cuestión, basta fijarse en si hay algo que se haga siempre presente al espíritu cada vez que la inteligencia se pone en actividad. Y tal objeto existe: cada vez que conozco alguna cosa, se presenta ante mi inteligencia el ser o un modo del ser. Y con ningún otro objeto sucede lo mismo. Si pienso, por ejemplo, en una cualidad, en una cantidad, en una sustancia, en los tres casos pienso en un ser o en un modo del ser, común a esos tres objetos de pensamiento, y que por consiguiente se encuentra en los tres casos por igual. Concluiremos, pues, que

EL SER
Es el objeto formal de la inteligencia, es decir el objeto que ante todo y por sí mismo (per se primo) es alcanzado por ella y en razón del cual se ocupa de todo lo demás.

Conocer la causa de una cosa, su fin, su origen, sus propiedades, sus relaciones con las demás cosas, he ahí diversos medios de conocer lo que esa cosa es, diversas facetas del ser. Imposible hacer uso de la inteligencia sin que la noción de ser aparezca inmediatamente. Puede por lo demás la inteligencia alcanzar el ser de las cosas corporales en sus manifestaciones sensibles ("fenómenos"): así estudia, en fisiología, las propiedades de los organismos vivientes con relación a ciertas causas que también pertenecen al orden sensible; y tenemos en tal caso las ciencias de las causas segundas o ciencias de los fenómenos. Puede igualmente la inteligencia alcanzar el ser de las cosas en sus primeros principios, y tendremos entonces la filosofía en general; ésta se divide en filosofía natural o metafísica, según que la inteligencia dirija su atención al ser de las cosas corpóreas como tales o al ser en cuanto ser.

Se trata ya en psicología esta cuestión del objeto formal de la inteligencia. Pero lo que interesa propiamente a la crítica es el precisar que el ser que aquí nos ocupa es exactamente el mismo ser de las cosas, ser que existe en ellas independientemente de la razón que lo conoce. Si se dijera que nuestra inteligencia tiene por objeto, no el ser de las cosas, sino la idea del ser que esa facultad forma en sí misma, y en general, que nosotros no comprendemos inmediatamente sino nuestras ideas, esto equivaldría a entregarse a ciegas al escepticismo; porque en ese caso sería imposible que nuestro espíritu fuera un reflejo exacto de la realidad, de lo que es, y por consiguiente ya no habría verdad para nosotros; o bien, la verdad no sería una conformidad con el ser; y como la verdad no es nada si no equivale a esa identificación, está claro que ya no existiría la verdad para nuestra inteligencia. Se seguiría también que la inteligencia nos engañaría, porque lo que la inteligencia declara conocer es la realidad misma de las cosas, y no la realidad de sus ideas. En verdad, las ideas, como lo atestigua inmediatamente la conciencia de cada cual, son para nosotros medios de conocer; por consiguiente, si el conocimiento no llegase a las cosas mismas, conocer sería una operación o una acción sin término o sin objeto, lo cual es absurdo, ya que formar una idea o un juicio equivale a conocer, como servirse de un cuchillo equivale a cortar, pero no es posible cortar sin cortar alguna cosa, término u objeto de la operación de cortar, y que no es el cuchillo sino la cosa cortada por él; idénticamente no se puede conocer sin conocer alguna cosa, término u objeto de la acción de conocer, y que no es la idea, sino la cosa conocida por ella.

Nota: el conocimiento intelectual se realiza mediante las ideas. Pero las ideas son aquello por o mediante lo cual (id quo), y no lo que (id quod) conocemos directamente; son simplemente el medio por el cual conocemos, y no el objeto o término conocido; por eso se impone la conclusión de que el ser de las cosas es el objeto inmediato de nuestro conocimiento intelectual (inmediato, es decir, conocido sin que haga de intermediario otro término u objeto percibido anteriormente).

CONCLUSION.-
El objeto formal de la inteligencia es el ser. El objeto de sus conocimientos es lo que en la realidad son las cosas, independientemente de nosotros mismos.
De la doble evidencia que acabamos de comprender: la inteligencia es una facultad verídica, y el ser es el objeto necesario e inmediato de la inteligencia, se sigue una verdad fundamental.
¿Qué significa “inteligible”? Todo aquello que es cognoscible por la inteligencia. Pero decir que la inteligencia tiene el ser como objeto necesario e inmediato, y que conoce con certeza, ¿no equivale a decir que el ser, como tal, es objeto ciertamente cognoscible por la inteligencia, es decir inteligible? Y decir que el ser, como tal, es inteligible, ¿ no equivale a decir que la inteligibilidad es una propiedad del ser, o que todas las cosas son inteligibles en la medida en que son?
Diremos, pues, que:

CONCLUSION.-
El ser como tal es inteligible; todas las cosas son inteligibles en la medida en que son.

Nótese que al decir: todas las cosas son inteligibles en la medida en que son, queremos significar inteligibles en sí, para la inteligencia; no inteligibles para nosotros, para nuestra inteligencia. En efecto, si nuestra inteligencia, en razón de la inferioridad de la naturaleza humana, no es proporcionada a un ser que la sobrepasa por ser superior al hombre, este ser, bien que en sí mismo sea más inteligible, lo será menos para nosotros. Así sucede con tadas las naturalezas puramente espirituales, y sobre todo con Dios; por sí mismo es el ser más inteligible, pero sola su inteligencia puede llegar a esa inteligibilidad suprema.

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