sábado, 26 de abril de 2008

LA DILUCIDACION DE LA NATURALEZA DEL ENTE

La dilucidación del ente es una tarea en sí misma problemática. Todos los autores registran esta dificultad. Es debido a lo siguiente. La naturaleza de las cosas se expresa en su definición esencial, que, para ser perfecta, debe hacerse por el género próximo y la diferencia específica. Implica, pues, la inscripción de lo definido en un concepto de mayor extensión y previamente conocido, en cuyo seno se delimita y diferencia de todo aquello con lo cual pudiera confundirse. Pero he ahí que el ente es el concepto de mayor universalidad y extensión y, además, lo que primero conocemos intelectualmente. No puede, en consecuencia, darse una verdadera definición del ente que nos ofreciera su naturaleza.

Cabe, empero, una dilucidación de la naturaleza del ente que nos haga progresar desde el saber confuso al conocimiento distinto. La iniciaciaremos con las aclaraciones nominales pertinentes, preguntando por el sentido original y la significación usual de la palabra. La continuaremos delimitando el ente de las esferas de mayor vecindad, es decir, de aquella en las que se expresa y, al mismo tiempo, se destaca. Finalmente intentaremos apresar la naturaleza del ente ensayando una cuasi definición esencial.

Aclaraciones nominales. La palabra castellana proviene de la latina Ésta, a su vez, fue acuñada para traducir el significado de la griega ov, que, como se sabe es el participio de eivai. To ov es, pues, “lo que es”. En este sentido se refiere ya Parménides al ente. Aunque no es el participio del verbo “esse”, se asimilla a un participio por el simple hecho de traducir to ov. También el verbo ser carece propiamente de participio, pero “ente”, transcripción culta de “ens”, funciona como tal, y su primario significado coincide con “lo que es”. Como todos los participios, “ente” debe participar del verbo y del nombre. En cuanto participa del verbo designa directamente el acto de ser y sólo indirectamente el sujeto que ejerce dicho acto. Mas en cuanto nombre sustantivo significa directamente el sujeto que realiza el acto de ser y sólo indirecta u oblicuamente el acto de ser ejercido por el sujeto. Así se toma corrientemente la palabra “ente” para nombrar cualquier cosa con tal que sea real y verdaderamente, como piedra, árbol, perro, hombre, ángel.

Como todos los nombres concretos significan la forma y el sujeto que la posee, también el “ente” contiene, ínsita en su entraña significativa, una dualidad de elementos: el ser poseído y el sujeto que lo posee. Conviene, pues, extender estas aclaraciones nominales a esos dos elementos.

En primer lugar, el verbo “ser”, “esse”, eivai. Estudiando su etimología, dice Heidegger que la diversidad entera de las modificaciones del verbo “ser” está determinada por tres raíces diferentes: dos indogermánicas es y bhù, bheu- que también se encuentran en la denominción griega y latina, y una tercera –wes-, que sólo se presenta en la flexión del verbo germánico “sein”. En conformidad con esa triple raíz, “ser” tiene, respectivamente, la significación de vivir, brotar, permanecer. Podrían agregarse otra serie de equivalencias significativas, indicadas también por Heidegger, tales como lo que está por sí mismo, lo que tiene una posición fija, imperar, ponerse por sí mismo, presentarse, manifestarse, habitar, detenerse. Repárese, empero, que toda esta pluralidad de significaciones, cuya serie puede aún aumentarse con sólo abrir un diccionario griego, latino o español y buscar las palabras correspondientes, está sostenida y mantenida por el hecho mismo de que una cosa es.

La palabra “ser”, tomada como verbo, significa, en efecto, el hecho de que un ente es. Sucede, sin embargo que el mismo vocablo puede emplearse como nombre. Significa entonces “un ser”, esto es, todas y cada una de las cosas de las que se puede decir que son. Esta ambigüedad no afectaba a la lengua latina, que distinguía perfectamente el verbo “esse” del nombre “ens”, ni a la griega,, en la que sucedía lo mismo entre eivai y to ov. En español, nos liberamos de ella llamando “ente” a “ser” en el sentido nominal. En francés, la anfibología de la palabra “éter” se supera doblando su sentido verbal por el vocablo “exister”. También en castellano el verbo existir ha venido a cargar con la función verbal de “ser”.


Veamos cómo pudo suceder esto.

Por lo pronto, es claro que “existir” viene de “existere”, y que “existere” se compone de “ex” y “sistere”, por lo que debe significar no tanto el hecho de ser como su relación a cierto origen. Mientras “ser” no sugiere en absoluto la fuente de donde deriva, “existir” introduce la idea de algo que tiene un origen y viene de otro. En el lenguaje de la escuela,”existere” significaba ex alio sistere, es decir, ex aliquo esse. Por eso, los sentidos más frecuentes de existere son los de aparecer, mostrarse, salir de, en el sentido en que leemos, por ejemplo, en Lucrecio, que los gusanos nacen del estiércol: vermes de extercore existunt. Por ahí también se hecha de ver cómo desde el tiempo del latín clásico este preciso sentido pudo aproximarse al verbo esse. (Sigue etc.etc.)

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