sábado, 17 de mayo de 2008

EL PRINCIPIO DE FINALIDAD

( Segundo aspecto)
J. Maritaim

La fórmula más perfecta y universal del principio de finalidad

Hemos considerado en la lección anterior, situados en el punto de vista del ser en potencia, la primera fórmula del principio de finalidad. Hemos visto que la esencia misma de la potencialidad o de la potencia es ser ordenada al acto y no poder ser conocida sino por el acto al cual está ordenada. Potentia dicitur ad actum: he ahí una de las fórmulas del principio de finalidad.

Si nos situamos en otro punto de vista, en el plano de la actualidad misma, considerando toda la perfección incluida en cada acción, toda la comunicación de ser y de acto de que ésta rebosa, tenemos en el espíritu y para el espíritu una percepción más profunda, universal e instructiva de la finalidad; y entonces surge la fórmula clásica entre los tomistas, del principio de finalidad: omne agens agit propter finem, todo agente obra por un fin.

Quisiera hoy considerar este segundo aspecto del principio de finalidad. En él volveremos a encontrar el tema general de estas reflexiones sobre los primeros principios: como en cada uno de los principios intuitivamente captados por la inteligencia, el ser se divide, para así decirlo, ante la misma en dos objetos de conceptos distintos que son todavía el ser mismo y que el juicio identifica a priori, es decir en razón de las exigencias de estos conceptos.

¿Cuáles serán aquí estos dos distintos objetos de noción? El ser es tomado aquí en la línea de la acción o de la operación, es decir en la línea de la posición de un acto terminal (acto segundo), en el cual la esencia se completa y fructifica por sobre el simple hecho de existir (acto terminal de existencia). Por una parte el ser será considerado como agente; por otra parte como tendencia a un bien, al cual está ordenado el agente como tal, o, dicho de otra manera, a un fin.

El agente y el fin
¿Qué se incluye en esta noción de agente? Empleo el vocablo “agente”, más general que “causa eficiente” ( de la cual hablaremos más adelante), porque es tan amplia como el término “acción”.

Bien sabéis que los escolásticos distinguen dos clases de acciones esencialmente diferentes; en ellas, acción transitiva y acción inmanente, la noción y la palabra “acción” son esencialmente análogas. La acción inmanente de los tomistas consiste, no ya en hacer o producir alguna cosa, sino en perfeccionar su propio ser, por ejemplo, en el caso de las acciones más simplemente inmanentes, en el de las acciones espirituales, es un acto segundo de operación que es de por sí existir de orden absolutamente superior (supra-subjetivo), por ejemplo el acto de intelección y el de volición; como tal no pertenece al predicamento acción de la clasificación de Aristóteles; pues, en cuanto es pura perfección interior del sujeto, pertenece a la categoría cualidad.

Pues bien; el vocablo “agente” tiene la misma amplitud analógica del vocablo “acción” y puede referirse, ya al agente capaz de acción transitiva, ya al agente capaz de acción inmanente. Por esto nosotros preferimos la palabra “agente” al término “causa eficiente”, el cual se refiere más bien a la acción transitiva ( o en todo caso a lo que en la actividad inmanente puede tener de simultáneo o virtualmente productivo o transitivo).
Esta noción de agente implica ante todo la actualidad de un ser en acto dotado de una cierta determinación y perfección constitutivas; implica también la comunicación, por parte de este ser, de una actualidad, de una perfección a algún otro, en el caso de la acción transitiva, o a sí mismo en el caso de la acción inmanente. Estamos aquí, lo digo de inmediato, en la línea de la operación, la cual es un acto “segundo” es decir, un acto último terminal que se distingue en absoluto, en todos menos en Dios, de la línea de la simple existencia ( la cual es también un acto segundo, una cierta perfección, un cierto término). Y así como Dios es su existencia, así también es su acción y su acción es su existencia; de suerte que es a la vez, en su absoluta simplicidad, acto último en las dos líneas de la existencia y de la operación. Hemos ya dicho que su existencia es su intelección y su amor, y dijimos que ni de la una ni de la otra se distingue, ni siquiera virtualmente.

El acto segundo de la operación por nosotros considerada se encuentra en primer lugar, en un grado muy imperfecto en la acción transitiva; se trata primeramente de una comunicación de actualidad en el orden de lo que los antiguos llamaban ser entitativo o de naturaleza; un cuerpo modifica entitativamente a otro. Este segundo acto de operación es más perfecto en el caso de la acción inmanente ( en el más bajo grado de la actividad inmanente el organismo vivo se construye y se perfecciona entitativamente); y llega a ser cada vez más perfecto, a medida que subimos en la jerarquía de las acciones inmanentes.
En el caso de las operaciones supravegetativas, se trata de una comunicación de actualidad obrada por el sujeto mismo, de una comunicación de actualidad en el orden, no ya del ser entitativo, sino en el del ser intencional, de ese ser según el cual una cosa es más que sí misma y existe por sobre su propia existencia, en el orden del ser intencional de conocimiento o de amor:
ser intencional según el cual, en el caso del conocimiento, el sujeto puede llegar a ser otra cosa distinta de él, puede llegar a ser todas las cosas –lo cual se efectúa en el mismo sujeto que conoce- y según el cual, en el caso del amor, el sujeto puede existir a modo de don y desbordar hacia todas las cosas devenidas así él mismo para sí mismo (lo cual llega a la perfección en la unión real con el ser amado).

Consideremos pues el ser como agente, ya que ahora sabemos mejor lo que esto quiere decir. Consideremos el ser como agente o sea en el plano de la operación. De inmediato se nos manifiesta otro objeto de pensamiento que es siempre el ser, pero en tanto cuanto ejerciendo su función de bien, el ser como perfección o bien deseado por el agente, al cual tiende éste y hacia el cual se orienta por sí mismo.

El ser como agente es ordenación o determinación a cierto bien; es apetito, tendencia, deseo, impulso hacia un aumento, hacia una superabundancia o gloria; y esta ordenación es la razón misma de la (posición existencial de) la operación del agente.

He aquí el segundo de los dos aspectos (inspectos) en los cuales el ser se divide desde este punto de vista y que se identifican en la realidad. Y he aquí el principio de finalidad en su primordial significación metafísica: el ser es amor del bien; todo ser es amor de un bien, y es la razón misma en virtud de la cual obra. Indiquémoslo bien, a modo de paréntesis: la operación es un aumento, un más respecto al agente.

Pero ¿en dónde está su razón de ser, sino en el agente del cual mana? Ahora bien: lo más no brota de lo menos; es preciso pues que el agente sea en cierta manera ordenación, tendencia a esta acción, y amor de esta acción: en la medida en que él es puro agente ella manifiesta la plenitud de la actualidad del agente, de este ser tendencia y amor, ella es actus perfecti; en la medida en que por otra parte y también (como acontece en toda cosa creada), perfecciona al agente, éste no es ya puramente agente; pasa de la potencia al acto y es necesario por consiguiente que sea también “paciente”, que sea movido por otra cosa.

He dicho que el ser es amor del bien –todo ser es amor de un bien el cual es primeramente su acción misma. El ser en cuanto agente tiende a este bien, no ya para ser actuado o perfeccionado por él (esto sería volver al punto de partida, a la consideración del ser potencia, en la cual nos ocupamos en la lección anterior), sino (aunque por otra parte reciba en esto actualidad y perfección), para efectuar, para comunicar una perfección, una demasía a sí mismo o a otro. Este bien al cual tiende de este modo se llama fin; es un fin para el agente, y el amor de este fin es la razón formal de la acción del agente.

¿Estamos acaso en el orden del ser de naturaleza (ens entitativum) y de lo que podemos llamar los agentes naturales, es decir, tomados como determinados a obrar por su naturaleza? El ser de una planta es un amor y un apetito radical (“natural”) de crecer y de reproducirse; el ser del fuego es un apetito de quemar; el ser del pájaro es un amor radical de volar, de cantar, etc…

¿Estamos quizás en el orden del ser intencional y de los a gentes que podemos llamar voluntarios en el sentido más amplio del vocablo, es decir, tomados como determinados a obrar por una inclinación consecutiva a un conocimiento? Este pájaro ve un grano de mijo, este niño ve una fruta; y, por el hecho mismo que su vista es intencionalmente informada, brota en él algo según el ser intencional, una manera par él de existir con cierta tendencia, algo que es su deseo mismo de esta fruta, de este grano, en razón del cual va a tomarlo. Un amigo ama a un amigo; y he aquí que procede en él un ser intencional, una manera de existir intencionalmente que es el amor mismo por el cual tiende intencionalmente hacia el amigo como hacia otro él mismo; y en virtud de este amor a su amigo obrará, querrá y hará lo que es bueno para ese amigo.

Por eso el ser en cuanto agente u operante – ya se tome el agente según su ser entitativo o de naturaleza o según el ser intencional (tal o cual inclinación “emanada” o consentida de un agente voluntario)- es ordenación a un fin, o amor de un bien, y esta ordenación es la razón de la acción del agente.

El bien al cual está ordenado el agente, el fin al cual tiende, es, en primer lugar, la acción misma ( en tanto destinada a adquirir una posición existencial); es ante todo la acción o la operación misma del agente, puesto que en esto está su bien propio. Y a instancias de esto se debe ante todo, como lo acabamos de hacer, mirar el principio de finalidad. El fin más próximo en vista del cual obra un agente, es su accción misma. Pero es claro que los fines están ordenados los unos para con los otros como las razones de ser; por ello paulatinamente, de bien en bien, debemos, a fin de dar razón al más ínfimo de los agentes, elevarnos hasta el Bien absoluto, que es el Fin universal, en quien radica todo lo demás, todas las otras comunicabilidades de bien, todas las demás finalidades y finalizaciones.
NOTA: para culminar la metafísica se puede ver la Teología Natural o Teodicea de Michel Grison (Editorial Herder (1980 4º edición o siguientes) junto con la bibliografía al final y también en Internet, con el mismo título.

Acerca de la causa eficiente del ente creado
J. Gredt
TESIS XXIV: Solamente el ente por sí o Dios es la causa eficiente primera del ente creado; las criaturas, sin embargo, verdaderamente son causas eficientes segundas, no sólo instrumentales, sino también principales.
Estado de la cuestión: La causa eficiente se define por Aristóteles:”principio, desde el cual primeramente fluye el movimiento”. La definición se ha de entender acerca del orden de la ejecución, no del orden de la intención. Puede, en efecto algo ser principio, desde donde primeramente fluye el movimiento o en el orden de la intención, o en el orden de la ejecución. En el orden de la intención, aquello de donde primero fluye el movimiento, es el fin, en el orden, en vez de la ejecución es la causa eficiente. La materia, en efecto, y la forma no ejercen su causalidad, sino porque la eficiente ejerce la suya. La condición, pues, para que la materia y la forma causen, es el influjo de la eficiente que aplica la forma a la materia mediante la transmutación de la materia o mediante la disposición de la materia. Aquello, luego, de donde primeramente comienza el movimiento o el “fieri rei” (cosa) es la eficiente.- La definición Aristotélica por sí o primeramente no se refiere sino a la causa creada, que produce el efecto no de la nada, sino de un sujeto preyacente; el movimiento, en efecto, significa la mutación física o fieri ex o en algún sujeto. Si la definición se quiere aplicar también a la causalidad divina creadora, por la cual algo se hace de la nada o sin ningún sujeto preyacente, la significación del movimiento se extienda también a la mutación metafísica desde el no-ser simplemente al ser simplemente.
La causa eficiente se divide:
a) por razón de la conexión con el efecto en la causa por sí, que “ex se” tiene la conexión con el efecto ( así el médico ex se tiene conexión con la salud que se ha de causar.), y la causa “per accidens”, a la cual acontece unirse con el efecto producido por la causa “per se”, sea de parte de la causa (como cuando el médico canta, al médico o al arte de la medicina sucede unirse con el arte de cantar, que por sí es la causa del canto), sea de parte del efecto ( como cuando alguien cavando la tierra encuentra un tesoro, al efecto por sí, que es la fosa, se une el encuentro del tesoro). La causa “per se” se subdivide en próxima, que tiene conexión inmediatamente con el efecto, y remota, que no tiene conexión con algún efecto sino mediante otro efecto precedente, en cuanto mediante un efecto produce otro, como cuando mediante la calefacción se produce “la resolutio” química.-
b) Por razón de la subordinación la causa eficiente se divide en principal, que obra en virtud propia, e instrumental, que no obra en virtud propia, sino como movida por la principal. La causa principal o es primera o segunda.
La causa primera es aquella que no sólo obra en virtud propia, sino que no depende de cualquier otra en cuanto al ejercicio actual de su virtud. La causa principal segunda es aquella que obra, ciertamente, en virtud propia, pero que depende de otro en cuanto al ejercicio actual de su virtud –de la causa primera-, no tiene el ejercicio actual de su virtud sino en virtud de la causa primera o como participado por la causa primera..- La causa primera como no depende de cualquier otra causa superior, alcanza el efecto bajo el ilimitado modo del ser o produce el efecto, como ente, Por lo cual le corresponde la causalidad eficiente creadora, por la cual algo se produce de la nada de sí y del sujeto, El influjo, en vez, causal de la causa segunda es participado bajo la razón de ente por la causa primera, que da a la causa segunda el mismo obrar y efecto producido por él, por lo cual la causa segunda causa eficientemente, pasando de la potencia al acto o recibiendo la acción y el efecto o su término por la causa primera, pero no produce su efecto bajo la razón de ente, sino bajo la razón limitada de tal ente.
Por eso su causalidad eficiente no es creadora, sino que depende de un ser por sí sujeto preyacente, desde el cual educe la forma, sea sustancial sea accidentalmente, y no se extiende a aquellas cosas, que no se pueden educir de ninguna potencia, a la materia prima y a las formas substanciales por sí subsistentes ( como son las almas humanas).- Aplicando la definición Aristotelica a la causa primera y segunda, principal e instrumental decimos: aquello de donde primero simple y absolutamente comienza el movimiento, es solamente la causa primera; pero la causa segunda es aquello de donde primero fluye el movimiento relativamente a la causalidad de la materia y de la forma. Lo mismo se ha de decir de la causa instrumental, aunque ésta pueda estar subordinada no sólo a la causa primera, sino también a la segunda.-
c) por razón de la extensión
a´) en cuanto a uno e igual efecto la causa eficiente se divide en total, que produce todo el efecto, y parcial, que no produce todo el efecto. Así cuando dos caballos arrastran un carro, cada uno es causa parcial de este arrastre (tracción). Las causas parciales también se dicen coordinadas.
b´) En cuanto a muchos efectos diversos en especie la causa se divide en universal, que a muchos efectos en especie diversos se extiende, y particular, que se limita a una especie de efecto. . Porque los efectos de la causa universal son disímiles a éste, los efectos, en vez, de la causa particular son semejantes según la especie, ésta se dice también unívoca, aquella, en vez, análoga o equívoca. Sólo Dios es tal causa universal, equívoca, porque puede producir cualquier especie de efecto. Los antiguos también consideraban a los cuerpos celestes como causas universales, equívocas, porque pensaban que las diversas especies de cosas terrestres dependían en el esse y en la actividad suya específica, de los cuerpos celestes.-
c´) Por razón del mismo modo de causalidad la causa eficiente se divide en física y moral. La causa física es aquella que por sí verdaderamente obra eficientemente, la causa moral, la que moralmente, es decir, finalmente mueve la causa eficiente a hacer. La causa moral obra moralmente “consulendo”, excitando, apartando etc., porque todo se reduce a la moción final, que se hace proponiendo el fin.

Que Dios o el ser por sí sea la causa primera de las criaturas lo niegan los Monistas, quienes niegan (diffituntur) la distinción entre Dios y el mundo o el ente creado. Que sólo Dios sea causa eficiente, que las criaturas nada obran, sino son sólo ocasiones, “intuitu” de las cuales Dios obraría todas las cosas, lo enseñan los Ocasionalistas; así, por aquello que la mano se acerca al fuego, tomaría Dios la ocasión, para que caliente la mano. Esta doctrina ya la profesaban algunos entre los antiguos (como refieren Averroes, San Alberto Magno y Santo Tomás), a cuyos dogmas asiente Malebramche. Contra los Ocasionalistas nuestra tesis afirma que no sólo Dios es causa eficiente, sino también la criatura verdaderamente es causa eficiente, no sólo instrumental, sino también principal, no ciertamente primera, sino segunda. Nuestra tesis, luego, afirma que la criatura obra eficientemente en virtud propia, dependientemente, sin embargo, de la causa primera y de un sujeto preyacente. Luego decimos que la criatura causalmente así influye en el orden de la ejecución que, por virtud de este influjo se muda el sujeto preyacente, perdiendo una forma y tomando una nueva.

Se prueba la tesis I parte. (Solamente el ente por sí o Dios es causa eficiente primera del ente creado). - El ente por esencia es la causa eficiente primera del ente por participación. Es así que sólo Dios es ente por esencia, toda criatura, en vez, es ente por participación. Luego.
La menor: es evidente por sí misma.- La mayor: se prueba por aquello de que aquello que es por participación, se ha de reducir a aquello que es por esencia como a la causa primera, y ciertamente como a la causa primera eficiente, si aquello que es por esencia es irrecepto o formalmente ( como causa formal) no participable. Es así que el ente por sí o el mismo ser subsistente es irrecepto. Luego.

Se prueba la II parte. ( Las criaturas verdaderamente son causas eficientes).-
Arg. I. El ente que experimenta que obra en sí y en las otras cosas pasando de potencia a acto, es la criatura que verdaderamente es causa eficiente; igualmente el ente, que experimentamos obrar en nosotros pasando de potencia a acto, es la criatura, que verdaderamente es causa eficiente. Es así que experimentamos que nosotros pasando de potencia a acto obramos en nosotros mismos y en las otras cosas; asimismo experimentamos que las otras cosas, distintas de nosotros, pasando de potencia a acto, obran en nosotros. Luego...

La mayor es evidente por la veracidad de los sentidos y de la conciencia y por los dichos en Est. de la cuestión ( esto es que la causa segunda o creada obra pasando de potencia a acto), la menor: de la tesis precedente.

Arg. II ( por las secuelas absurdas ) Si las criaturas verdaderamente no son causas eficientes,
a) se induce el idealismo y el escepticismo,
b) se induce el fatalismo,
c) se quita la distinción de las cosas y se induce el panteismo. Es así que estas cosas son absurdas. Luego…

La mayor en cuanto a la 1ª parte es evidente por aquello de que la causalidad eficiente de las criaturas se manifiesta inmediatamente por el conocimiento sensible y por el testimonio de la conciencia, como es evidente por el arg.I. Para profesar luego el ocasionalismo es necesario negar este testimonio, con lo cual se induce el idealismo y el escepticismo.

La mayor en cuanto a la II parte se muestra por aquello, que, si la criatura no es ninguna causa eficiente, ni tampoco alguna vez pueda determinarse libremente o hacer su determinación de la voluntad, con lo cual se induce el fatalismo.

La mayor en cuanto a la III parte se prueba:
a) Se quita la distinción entre la substancia corpórea y la espiritual. Pues la substancia espiritual necesariamente es operativa, en cuanto de ella necesariamente resulta el intelecto y la intelección.
b) Se quita la distinción entre los seres vivientes y no-vivientes; pues la vida esencialmente es “sui motio” o causalidad eficiente.
c) Se quita la distinción entre materia y forma. Pues si el cuerpo nada obra, es puramente pasivo; que si es puramente pasivo, no tendrá ninguna actualidad, sino será pura potencia. La pura potencialidad no puede existir sin la actualidad. Por lo cual también el mundo corpóreo se desvanece, quedando sólo Dios. En una palabra: el obrar sigue al ser; si sólo Dios obra, sólo Dios existe, y las criaturas son vanos fenómenos sin verdadera realidad.

La menor en cuanto a la I parte ha sido probada en., en cuanto a la segunda etc.etc.

Se prueba la III parte. ( Las criaturas son causas segundas).- Si sólo Dios es causa eficiente primera, las criaturas son causas eficientes segundas. Es así que sólo Dios es causa eficiente primera, como es evidente desde la I Parte. Luego.

Se prueba la IV parte. (Las criaturas son causas eficientes principales) por el testimonio de los sentidos y de la conciencia, por los cuales consta que nosotros obramos en nosotros mismos y en las cosas, y las cosas obran en nosotros no sólo instrumentalmente, sino como causas principales o por virtud propia, que permanentemente inhere, y no sólo por modo de ente vial. Así la dureza, por la cual nosotros eficientemente obramos en los cuerpos y los cuerpos tocando a nosotros, no inhere sólo vialmente, sino permanentemente y como propiedad de los cuerpos.

Leibniz concede a las criaturas la sola causalidad inmanente, niega, en vez, la transitiva. Enseña, en efecto, que todas las cosas están compuestas de mónadas (conflari), entre las cuales no se daría ningún nexo causal, puesto que sólo pueden operar inmanentemente. Aquel nexo causal que aparece en las cosas lo explicó por cierta armonía preestablecida.
Las razones por las cuales Leibniz niega que la mónada pueda obrar en la mónada, son éstas:
a) Las mónadas no tienen ventanas, por las cuales algo pueda entrar o salir;
b) el concepto de causa eficiente agente en algo es absurdo, no puede, en efecto, el accidente (acción) migrar de la substancia agente a la substancia, que padece (patitur).-
Pero por nuestros argumentos es evidente que se ha de conceder a las criaturas no sólo la causalidad inmanente, sino también la transitiva. A las razones, pues, de Leibniz respondemos: Es verdad que el mismo accidente no puede migrar de subtancia, en substancia, pero esto no se requiere para la causalidad eficiente transitiva; puede, en efecto el ente bajo la acción de otro ente adquirir una nueva actualidad o ser reducido de potencia a acto

Tesis XXV: La acción y potencia de obrar de Dios son su misma substancia, en las criaturas, en vez, la acción y la potencia de obrar son accidentes realmente distintos de la substancia. (…..etc.etc….)

TESIS XXVI: El instrumento realmente alcanza el efecto del agente principal. En acto ciertamente primero para alcanzar este efecto no se constituye ni por la asistencia meramente extrínseca, ni por alguna potencia obedencial activa, sino por la premoción física, por la cual intrínsecamente se eleva por la entidad vial recibida en sí. Por eso se dice que todo instrumento obra la acción instrumental, no por virtud propia, sino por la virtud transitivamente (a él) comunicada. Esto no obstante, todo instrumento también tiene una acción propia, la cual emana en virtud propia.

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